Por José G. Cordero
Profesor de Arte e Historia
IES La Vaguada, Zamora
Realizo esta entrevista al catedrático Jesús Jambrina, autor
de Los judíos de Zamora. Una cronología anotada, Editorial Verbum,
Madrid, 2016, como parte de mi investigación para un trabajo final para el
curso que sobre Sefarad he asistido en el Instituto Bruckner, de la Universidad
de Bar Illan, en Israel.
La entrevista tuvo lugar vía correo electrónico y fue
hecha con el propósito de profundizar en algunas de los acontecimientos
registrados en el libro de Jambrina e investigar algunos temas generales en
relación con el tema de los judíos en España.
¿El término Sefarad es algo que surge posterior a
1492? ¿Eran los judíos conscientes de vivir en la llamada Sefarad?
El término, cuya raíz se encuentra en las escrituras del
profeta Abdías, versículo 20, es previó a la expulsión de 1492. Se conocía
desde los siglos X al XII, por ejemplo, Abraham ibn Ezra se llamó a sí mismo
“el sefardí”, lo mismo Moses Sefardí, convertido al cristianismo como Petrus
Alfonsi. A Maimónides se le conocía como “ha sefardí” (el sefardí) y también a
Abraham bar Hiyya ha-Nasi, matemático y astrónomo. Igual Isaac ben Moses Eli
(siglo XII) e incluso se usó como seudónimo -Reuben ha Sefardí – por Profiat
Durán ya en el siglo XIV.
Luego, como ves, el término era conocido y se aplicaba
cuando la persona deseaba identificarse con su cultura de origen, casi siempre
fuera de la península ibérica. Por otra parte, debes tener en cuenta que hasta
mediados del siglo XI la mayoría de los judíos vivían en Al Andalus, es decir,
era andalusíes, aunque la presencia hebrea en Iberia sea más antigua, por lo
menos desde los romanos en cantidades reconocibles. Esto indica que el
sentimiento de Sefarad, aunque posterior, está anclado en una permanencia
anterior a los visigodos, al Al Andalus, las Taifas y los reinos
cristianos.
Obviamente, después de 1492, el apelativo sefardí se
popularizó porque fueron muchas más las personas que comenzaron a usarlo y
comunidades enteras empezaron a llamarse de esa manera, estableciendo el
término como sinónimo de español. Por ejemplo, el médico portugués Amatus
Lusitanus (1511-1568), nacido criptojudío como Joao Rodrigues, cuando regresó
al Judaísmo en Ferrara, Italia, escogió el nombre Habid ha Sefardí.
Por todo ello se puede concluir que, entre los judíos
ibéricos en general, sí había consciencia de pertenencia a una geografía
llamada Sefarad (reinos y taifas peninsulares). Era un espacio flexible o como
diríamos hoy “portátil”, se llevaba en el corazón, la mente y la maleta allí
donde se fuese, primero cuando, como Maimónides, tuvieron que exiliarse debido
a las invasiones almorávides y almohades en los siglos XI y XII y después
cuando fueron expulsados por los reyes católicos en España y Portugal.
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Sinagogas en España en los años previos a 1492, según Cantera. No es un mapa definitivo, los estudios continuan y más sitios se han agregado en los últimos años
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Además de sefardíes hay que decir que los judíos españoles
se consideraban de sus lugares de residencia y lo sabemos porque cuando
llegaron a Italia, Grecia y Turquía, fundaron sinagogas con los nombres de sus
regiones, por ejemplo, los castellanos, los aragoneses, los catalanes, etc.
Incluso los criptojudíos que fueron a México fundaron el Reino de Nuevo León, a
pesar de que eran de Zamora, Benavente u otros sitios, se reconocían bajo la
“sombrilla” del Reino de León y muchos de los primeros judaizantes procesados
por la inquisición en las Américas llevaban el apellido “de León”.
Más tarde en los siglos XVII y XVIII, los judíos
hispano-portugueses del hemisferio occidental se reconocían dentro de La
Nação en referencia a la Nación de Moisés y sus idiomas litúrgicos, además
del hebreo, incluían el judeoespañol y el portugués, aunque no todos vivían en
los territorios españoles o portugueses. Podría decirse que La Nação fue
la evolución natural del término Sefarad el cual no podía pronunciarse
públicamente debido a la inquisición. Este término de La Nação está muy
vinculado también a los judíos de La Raya.
Leyendo su libro “Los judíos de Zamora: una cronología
anotada”, cita en la página 59 se dice que Zamora es una de las aljamas que más
importancia tenían en el contexto de Castilla y León ¿qué
diferencias tenía con el resto de aljamas (uso la definición de la página del
Instituto Cervantes) que la convertían en una tan poderosa?
Me he planteado que
precisamente la posición estratégica de la ciudad, la cual colinda con
Portugal, podría ser una posible explicación. Analizando el tema, me ha
resultado chocante que Zamora tuviera un número tan reducido de asentamientos, 21, según Carrete Parrondo.
La importancia de la aljama zamorana (estoy de acuerdo con
la definición del Instituto Cervantes) consistía en varios aspectos en los
cuales el económico, aunque relevante para su tamaño, no es lo más crucial. Me
explico: Zamora contaba con una academia talmúdica de primera línea para la
época, según Abraham Gross, de la Universidad Ben Gurion en Israel,
especialista en la vida intelectual de los judíos españoles, esta academia era
el centro de estudios judíos más importante de la península en el siglo XV.
¿Cómo lo sabemos? Pues todos los líderes comunitarios en varias de las juderías
más conocidas en 1492, había estudiado en la ciudad, entre ellos Jacob Habid en
Salamanca, Isaac de León en Ocaña, Isaac Aboad II en Guadalajara, Isaac Arama
en Barcelona, Josef Hayyun en Lisboa y Shimon Memmi en Segovia, entre otros.
Zamora tenía una imprenta hebrea propiedad de los hermanos
Musa, y en la ciudad vivían varios sabios de renombre como Samuel Valensí y
Abraham Saba, este último se convertiría en uno de los más notables de la
primera generación de la diáspora sefardí. Isaac Arama, nacido en Zamora, fue
rabino en Fraga, Tarragona y Barcelona. Es decir, los judíos de los siglos XIV
y XV miraban a Zamora como referencia espiritual e intelectual de la época, de
hecho, hay un documento de mismo año 1492, citado por Ursicino Álvarez
Martínez, donde se reconoce que los rabinos de Zamora eran los más preparados
para interpretar la Ley. “Se sabe que vives en Zamora, y muchos me dicen que
crees en la Torá”, escribió Alonso de Baena, de un personaje de la época
llamado Cuadros. Hay muchas otras referencias documentales a que la ciudad era
percibida como un espacio de acogida de judíos.
Los historiadores Haim Beinart y Manuel Fernando Ladero
Quesada consideraron que los disturbios de 1391 no llegaron a Zamora debido a
la convivencia entre cristianos y judíos. Lo más seguro es que, al igual que
pasó en los siglos XI y XII, también se refugiaran muchos judíos aquí, lo que
sí sabemos es que la aljama creció y llegó a ser una de las más populosas justo
antes de 1492.
Entonces la importancia de la aljama judía sería considerada,
principalmente, a partir de la academia talmúdica
Sin dudas. Después de la expulsión Abraham Torrutiel llamó a
Isaac Campantón “lumbrera de los desterrados” porque, aunque había fallecido en
1463, sus discípulos llevaron sus enseñanzas a la diáspora y algunos de ellos,
como Levi Habid y Jacob Berah, la establecieron en Jerusalén y en Safed, esta última
referencia mística para los judíos en general hasta hoy. Samuel de Medina, con
el apoyo de Gracia Nasi (Beatriz de Luna), la estableció en Salónica en su
propia escuela. Eso te da una idea del peso de la academia talmúdica zamorana,
cuya metodología se usó en varias de las escuelas fundadas por los sefardíes en
la diáspora.
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Los caminos del Talmud, de Isaac Campantón
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No es por casualidad que la educación hebraica del converso
Alfonso de Zamora este relacionada con su ciudad de origen, él mismo se llamó a
sí mismo “el último de los sabios de Sefarad” – y aquí tienes otra vez la
referencia a Sefarad, en este caso por un converso. La hebraísta Ahuva Ho
considera que Alfonso de Zamora usaba sus propios libros para sus traducciones
y los estudios que hacía. Es muy posible que estos hayan sido los de la
Academia zamorana, el padre de Alfonso, que el mismo llama Juan, era rabino,
también salido del entorno educativo de la ciudad.
En Zamora, además, en el siglo XV, vivía el financista Abraham Corcos, era
considerado el “procurador de la aljama de los judíos” (el aspecto legal de la
aljama) y comerciaba con judíos y cristianos, otra evidencia de convivencia, ya
muy mayor, tuvo que salir en 1492 e inmediatamente falleció en Portugal. Uno de
sus hijos, Judah, que era médico o físico, como se le llamaba entonces, recibió
un salvoconducto de los reyes en 1493 para regresar de Portugal, pero no
parecer haber vuelto porque hay un Judah Corcos en Setubal que ejerció como
médico y se sabe que era de Zamora.
Se sabe el tamaño de la población judía a finales del siglo
XV
Según Ladero Quesada, el 20% de la población de la ciudad
era judía y ocupaba el 14% de su perímetro lo que equivaldría a aproximadamente
300 familias, entre 1200 y 1500 personas. No es poco para la época. Piensa en
el actual casco histórico, entre la puerta de doña Urraca, bajando por la
Costanilla, Riego, y Sancho IV hasta Santa Ana; y entre la muralla y San
Torcuato, donde estaba la carnicería de los judíos (otro aspecto que define la
existencia de una aljama).
La documentación, como lo ha estudiado Ladero Quesada, nos
habla de convivencia entre judíos y cristianos, una buena parte de estos
últimos seguramente conversos desde 1391 y 1412, de ahí que no es hasta muy
tarde en el siglo XV cuando comienzan a aparecer incidentes antijudíos en la
ciudad. Tienes que pensar que Zamora por esa época ya era una ciudad en
decadencia, casi olvidada, alejada de los centros urbanos principales y por
ello atractiva para una población judía que deseaba vivir distante de grandes
conglomeraciones donde podían ser atacados. Zamora era una ciudad de pequeños
comerciantes, muy interdependiente y hasta cierto punto segura para los judíos,
lo cual explica la presencia de tantos estudiantes en la academia talmúdica. Es
muy posible que existiese más de una de estas escuelas, así como más de una
sinagoga.
¿Se sabe de dónde era los judíos zamoranos? Es decir, es una población que
en su mayoría, como se sabe desde la refundación de la ciudad en 1062, llegó de
otros sitios en aquellos tiempos, como lo hicieron los cristianos repobladores.
Por los apellidos registrados en la documentación sabemos
que los judíos de Zamora llegaron en varias olas desde el siglo XI en adelante
desde diferentes lugares, los Campantón posiblemente llegaron de Aragón a inicios
del siglo XIV, sino antes, igual los Arama y los Aboab, los Valensi, de Toledo,
aunque antes de Valencia, los Saba posiblemente a inicios del siglo XIV, aunque
hasta ahora no se sabe de dónde, sabemos que estaban establecidos aquí desde
antes de 1447; los Corcos, de cerca de Valladolid, y así. También hay Catalá y
Zaragozí, eso habla de la movilidad judía en la edad media, pero también de
Zamora como ciudad hospitalaria.
De hecho, en noviembre de 1492, los reyes firman otro decreto, menos conocido,
permitiendo el regreso de los judíos de Portugal con la condición de que se
convirtiesen en algunas ciudades de la frontera, Zamora entre ellas. Gracias a
los estudios recientes de Teresa Martialay conocemos los nombres hebreos y
cristianos de varios de los judíos que salieron a Portugal y luego regresaron,
algunos de ellos rabinos, comerciantes, familias completas, incluida la del
propio Alfonso de Zamora. Se sabe que todas estas eran familias arraigadas en
Zamora, no habían sentido -o tenido- la necesidad de irse a otro sitio como si
pasó en Córdoba, Sevilla, Toledo y Barcelona, por mencionar grandes centros
judíos de la Edad Media.
Luego, lo que diferenciaba a la aljama era, principalmente,
una fuerte cultura de convivencia en un espacio relativamente pequeño y sobre
todo su cohesión religiosa alrededor de la tradición judaica. La aljama tenía
todas las instituciones correspondientes: sinagogas, incluida una mayor,
escuela o academia talmud-torá, maestros reconocidos, procurador, jueces,
carnicerías y cementerio; estaba cerca del reino portugués y todo indica que
existía una amplia población conversa.
Recuerda que el decreto de expulsión se hace para evitar el contacto entre
judíos y cristianos. La historia demostraba – y los inquisidores lo sabían- que
los conversos terminaban regresando a su antigua fe una vez las condiciones lo
permitiese, venía pasando desde el año 616 cuando Sisebuto (rey visigodo)
decretó la primera conversión forzosa o expulsión, ese fue el momento en que
surgió el criptojudaísmo. Los inquisidores, desde su punto de vista, tenían
razón en pensar así, pero no sospecharon que sus acciones, lejos de eliminar el
judaísmo, hizo que éste en vez de desaparecer se trasformara y evolucionara a
nuevas maneras de práctica religiosa secreta que duraron siglos y a las que, en
parte, debemos una ley como las de la nacionalidad española para los sefardíes
que estuvo en vigor entre el 2015 y el 2019.
¿En qué sentido podemos hablar de esto último?
Las comunidades sefardíes de la diáspora se mantuvieron creciendo, en gran
medida, a los conversos y criptojudíos o marranos que salieron de España y
Portugal y que vendrían a formal La Nação, como referimos antes. La
comunidad de Amsterdam, Londres y Nueva York, por ejemplo, no habrían existido
sin los conversos que salieron de Portugal a finales del siglo XVI vía -sobre
todo- Amsterdam. Lo mismo hacia Italia, el norte de África y las Américas. A
partir del siglo XVI hubo un flujo constante de criptojudíos saliendo de la península
en busca de libertad religiosa y comercio que regresó formalmente al judaísmo e
hizo que la diáspora se mantuviese activa.
Varios de los judíos más influentes de Amsterdam provenían de familias marranas
de Portugal, entre ellos Menasseh Ben Israel, cuyo nombre portugués era Manuel
Dias Soerio; Issac Aboad da Fonseca, que fue, además, el primer rabino de las
Américas, en Recife, Brasil, incluso, el propio Baruch Spinoza provenía de una
familia española asentada en Portugal. Luego, hacia el Este tenemos a, por
ejemplo, doña Gracia Nasi, quien en Portugal se llamaba Beatriz de Luna; a
Isaac Cardoso, médico español que se fue a Italia, donde podía practicar el
judaísmo abiertamente, otro médico Amatus Lusitano, quien se llamó José
Rodríguez y en Italia, como dijimos antes, tomó el nombre de Habib ha Sefardí, y así la lista sería muy extensa.
El recién fallecido historiador Joseph Pérez nos recuerda que hasta el siglo
XVIII, el español – lo que hoy se llama Ladino- fue, junto al hebreo, el idioma
litúrgico en las sinagogas hispano-portuguesas de Amsterdam, Londres y Nueva
York, pero también el del intercambio comercial, el de la ciencia y en mucho
sentido la política, las grandes potencias de la época, Holanda, Inglaterra y
Francia, tenía a intérpretes hispano hablantes a su servicio, un oficio que los
sefardíes dominaban muy bien desde la época de la reconquista cuando trabajaban
para los reyes cristianos traduciendo del árabe al romance y viceversa.
Hasta los aspectos más aventureros y anárquicos de la sociedad posterior a
1492, la piratería, por ejemplo, contó con judíos participantes en ello, como
fue caso de Simão y Baltazar de Cordes (en
1598-1600, Chile); Moses Cohen Henriques (~ 1595-Jamaica, 1670) y su hermano
Abraham; Jacob Curiel (Diego Pérez D’Acosta ~ 1548- Safed, 1610); David
Abravanel (Capitán Davis); Yacoob Mashaj y su esposa Deborah (en Barbados);
Simón Fernández, y los hermanos Jean y
Pierre Lafitte (1773-1826) entre algún que otro.
Son muchos de los descendientes de todas estas poblaciones dispersas por el
globo terráqueo los que busca la nacionalidad con la nueva ley.