viernes, 27 de noviembre de 2020

De Sefarad a La Nação, pasando por Zamora


Por José G. Cordero
Profesor de Arte e Historia
IES La Vaguada, Zamora

Realizo esta entrevista al catedrático Jesús Jambrina, autor de Los judíos de Zamora. Una cronología anotada, Editorial Verbum, Madrid, 2016, como parte de mi investigación para un trabajo final para el curso que sobre Sefarad he asistido en el Instituto Bruckner, de la Universidad de Bar Illan, en Israel.

La entrevista tuvo lugar vía correo electrónico y fue hecha con el propósito de profundizar en algunas de los acontecimientos registrados en el libro de Jambrina e investigar algunos temas generales en relación con el tema de los judíos en España.   

 

¿El término Sefarad es algo que surge posterior a 1492? ¿Eran los judíos conscientes de vivir en la llamada Sefarad?

 

El término, cuya raíz se encuentra en las escrituras del profeta Abdías, versículo 20, es previó a la expulsión de 1492. Se conocía desde los siglos X al XII, por ejemplo, Abraham ibn Ezra se llamó a sí mismo “el sefardí”, lo mismo Moses Sefardí, convertido al cristianismo como Petrus Alfonsi. A Maimónides se le conocía como “ha sefardí” (el sefardí) y también a Abraham bar Hiyya ha-Nasi, matemático y astrónomo. Igual Isaac ben Moses Eli (siglo XII) e incluso se usó como seudónimo -Reuben ha Sefardí – por Profiat Durán ya en el siglo XIV.

Luego, como ves, el término era conocido y se aplicaba cuando la persona deseaba identificarse con su cultura de origen, casi siempre fuera de la península ibérica. Por otra parte, debes tener en cuenta que hasta mediados del siglo XI la mayoría de los judíos vivían en Al Andalus, es decir, era andalusíes, aunque la presencia hebrea en Iberia sea más antigua, por lo menos desde los romanos en cantidades reconocibles. Esto indica que el sentimiento de Sefarad, aunque posterior, está anclado en una permanencia anterior a los visigodos, al Al Andalus, las Taifas y los reinos cristianos.   

Obviamente, después de 1492, el apelativo sefardí se popularizó porque fueron muchas más las personas que comenzaron a usarlo y comunidades enteras empezaron a llamarse de esa manera, estableciendo el término como sinónimo de español. Por ejemplo, el médico portugués Amatus Lusitanus (1511-1568), nacido criptojudío como Joao Rodrigues, cuando regresó al Judaísmo en Ferrara, Italia, escogió el nombre Habid ha Sefardí.

Por todo ello se puede concluir que, entre los judíos ibéricos en general, sí había consciencia de pertenencia a una geografía llamada Sefarad (reinos y taifas peninsulares). Era un espacio flexible o como diríamos hoy “portátil”, se llevaba en el corazón, la mente y la maleta allí donde se fuese, primero cuando, como Maimónides, tuvieron que exiliarse debido a las invasiones almorávides y almohades en los siglos XI y XII y después cuando fueron expulsados por los reyes católicos en España y Portugal. 

Sinagogas en España en los años previos a 1492, según Cantera. No es un mapa definitivo, los estudios continuan y más sitios se han agregado en los últimos años

Además de sefardíes hay que decir que los judíos españoles se consideraban de sus lugares de residencia y lo sabemos porque cuando llegaron a Italia, Grecia y Turquía, fundaron sinagogas con los nombres de sus regiones, por ejemplo, los castellanos, los aragoneses, los catalanes, etc. Incluso los criptojudíos que fueron a México fundaron el Reino de Nuevo León, a pesar de que eran de Zamora, Benavente u otros sitios, se reconocían bajo la “sombrilla” del Reino de León y muchos de los primeros judaizantes procesados por la inquisición en las Américas llevaban el apellido “de León”.

Más tarde en los siglos XVII y XVIII, los judíos hispano-portugueses del hemisferio occidental se reconocían dentro de La Nação en referencia a la Nación de Moisés y sus idiomas litúrgicos, además del hebreo, incluían el judeoespañol y el portugués, aunque no todos vivían en los territorios españoles o portugueses. Podría decirse que La Nação fue la evolución natural del término Sefarad el cual no podía pronunciarse públicamente debido a la inquisición. Este término de La Nação está muy vinculado también a los judíos de La Raya.     

 

Leyendo su libro “Los judíos de Zamora: una cronología anotada”, cita en la página 59 se dice que Zamora es una de las aljamas que más importancia tenían en el contexto de Castilla y León ¿qué diferencias tenía con el resto de aljamas (uso la definición de la página del Instituto Cervantes) que la convertían en una tan poderosa?

Me he planteado que precisamente la posición estratégica de la ciudad, la cual colinda con Portugal, podría ser una posible explicación. Analizando el tema, me ha resultado chocante que Zamora tuviera un número tan reducido de asentamientos, 21, según Carrete Parrondo.

 

La importancia de la aljama zamorana (estoy de acuerdo con la definición del Instituto Cervantes) consistía en varios aspectos en los cuales el económico, aunque relevante para su tamaño, no es lo más crucial. Me explico: Zamora contaba con una academia talmúdica de primera línea para la época, según Abraham Gross, de la Universidad Ben Gurion en Israel, especialista en la vida intelectual de los judíos españoles, esta academia era el centro de estudios judíos más importante de la península en el siglo XV. ¿Cómo lo sabemos? Pues todos los líderes comunitarios en varias de las juderías más conocidas en 1492, había estudiado en la ciudad, entre ellos Jacob Habid en Salamanca, Isaac de León en Ocaña, Isaac Aboad II en Guadalajara, Isaac Arama en Barcelona, Josef Hayyun en Lisboa y Shimon Memmi en Segovia, entre otros.

Zamora tenía una imprenta hebrea propiedad de los hermanos Musa, y en la ciudad vivían varios sabios de renombre como Samuel Valensí y Abraham Saba, este último se convertiría en uno de los más notables de la primera generación de la diáspora sefardí. Isaac Arama, nacido en Zamora, fue rabino en Fraga, Tarragona y Barcelona. Es decir, los judíos de los siglos XIV y XV miraban a Zamora como referencia espiritual e intelectual de la época, de hecho, hay un documento de mismo año 1492, citado por Ursicino Álvarez Martínez, donde se reconoce que los rabinos de Zamora eran los más preparados para interpretar la Ley. “Se sabe que vives en Zamora, y muchos me dicen que crees en la Torá”, escribió Alonso de Baena, de un personaje de la época llamado Cuadros. Hay muchas otras referencias documentales a que la ciudad era percibida como un espacio de acogida de judíos.

Los historiadores Haim Beinart y Manuel Fernando Ladero Quesada consideraron que los disturbios de 1391 no llegaron a Zamora debido a la convivencia entre cristianos y judíos. Lo más seguro es que, al igual que pasó en los siglos XI y XII, también se refugiaran muchos judíos aquí, lo que sí sabemos es que la aljama creció y llegó a ser una de las más populosas justo antes de 1492.

Entonces la importancia de la aljama judía sería considerada, principalmente, a partir de la academia talmúdica

Sin dudas. Después de la expulsión Abraham Torrutiel llamó a Isaac Campantón “lumbrera de los desterrados” porque, aunque había fallecido en 1463, sus discípulos llevaron sus enseñanzas a la diáspora y algunos de ellos, como Levi Habid y Jacob Berah, la establecieron en Jerusalén y en Safed, esta última referencia mística para los judíos en general hasta hoy. Samuel de Medina, con el apoyo de Gracia Nasi (Beatriz de Luna), la estableció en Salónica en su propia escuela. Eso te da una idea del peso de la academia talmúdica zamorana, cuya metodología se usó en varias de las escuelas fundadas por los sefardíes en la diáspora. 

Los caminos del Talmud, de Isaac Campantón

No es por casualidad que la educación hebraica del converso Alfonso de Zamora este relacionada con su ciudad de origen, él mismo se llamó a sí mismo “el último de los sabios de Sefarad” – y aquí tienes otra vez la referencia a Sefarad, en este caso por un converso. La hebraísta Ahuva Ho considera que Alfonso de Zamora usaba sus propios libros para sus traducciones y los estudios que hacía. Es muy posible que estos hayan sido los de la Academia zamorana, el padre de Alfonso, que el mismo llama Juan, era rabino, también salido del entorno educativo de la ciudad.


En Zamora, además, en el siglo XV, vivía el financista Abraham Corcos, era considerado el “procurador de la aljama de los judíos” (el aspecto legal de la aljama) y comerciaba con judíos y cristianos, otra evidencia de convivencia, ya muy mayor, tuvo que salir en 1492 e inmediatamente falleció en Portugal. Uno de sus hijos, Judah, que era médico o físico, como se le llamaba entonces, recibió un salvoconducto de los reyes en 1493 para regresar de Portugal, pero no parecer haber vuelto porque hay un Judah Corcos en Setubal que ejerció como médico y se sabe que era de Zamora. 

 

Se sabe el tamaño de la población judía a finales del siglo XV

Según Ladero Quesada, el 20% de la población de la ciudad era judía y ocupaba el 14% de su perímetro lo que equivaldría a aproximadamente 300 familias, entre 1200 y 1500 personas. No es poco para la época. Piensa en el actual casco histórico, entre la puerta de doña Urraca, bajando por la Costanilla, Riego, y Sancho IV hasta Santa Ana; y entre la muralla y San Torcuato, donde estaba la carnicería de los judíos (otro aspecto que define la existencia de una aljama).

La documentación, como lo ha estudiado Ladero Quesada, nos habla de convivencia entre judíos y cristianos, una buena parte de estos últimos seguramente conversos desde 1391 y 1412, de ahí que no es hasta muy tarde en el siglo XV cuando comienzan a aparecer incidentes antijudíos en la ciudad. Tienes que pensar que Zamora por esa época ya era una ciudad en decadencia, casi olvidada, alejada de los centros urbanos principales y por ello atractiva para una población judía que deseaba vivir distante de grandes conglomeraciones donde podían ser atacados. Zamora era una ciudad de pequeños comerciantes, muy interdependiente y hasta cierto punto segura para los judíos, lo cual explica la presencia de tantos estudiantes en la academia talmúdica. Es muy posible que existiese más de una de estas escuelas, así como más de una sinagoga.

¿Se sabe de dónde era los judíos zamoranos? Es decir, es una población que en su mayoría, como se sabe desde la refundación de la ciudad en 1062, llegó de otros sitios en aquellos tiempos, como lo hicieron los cristianos repobladores.

Por los apellidos registrados en la documentación sabemos que los judíos de Zamora llegaron en varias olas desde el siglo XI en adelante desde diferentes lugares, los Campantón posiblemente llegaron de Aragón a inicios del siglo XIV, sino antes, igual los Arama y los Aboab, los Valensi, de Toledo, aunque antes de Valencia, los Saba posiblemente a inicios del siglo XIV, aunque hasta ahora no se sabe de dónde, sabemos que estaban establecidos aquí desde antes de 1447; los Corcos, de cerca de Valladolid, y así. También hay Catalá y Zaragozí, eso habla de la movilidad judía en la edad media, pero también de Zamora como ciudad hospitalaria.

De hecho, en noviembre de 1492, los reyes firman otro decreto, menos conocido, permitiendo el regreso de los judíos de Portugal con la condición de que se convirtiesen en algunas ciudades de la frontera, Zamora entre ellas. Gracias a los estudios recientes de Teresa Martialay conocemos los nombres hebreos y cristianos de varios de los judíos que salieron a Portugal y luego regresaron, algunos de ellos rabinos, comerciantes, familias completas, incluida la del propio Alfonso de Zamora. Se sabe que todas estas eran familias arraigadas en Zamora, no habían sentido -o tenido- la necesidad de irse a otro sitio como si pasó en Córdoba, Sevilla, Toledo y Barcelona, por mencionar grandes centros judíos de la Edad Media. 

Luego, lo que diferenciaba a la aljama era, principalmente, una fuerte cultura de convivencia en un espacio relativamente pequeño y sobre todo su cohesión religiosa alrededor de la tradición judaica. La aljama tenía todas las instituciones correspondientes: sinagogas, incluida una mayor, escuela o academia talmud-torá, maestros reconocidos, procurador, jueces, carnicerías y cementerio; estaba cerca del reino portugués y todo indica que existía una amplia población conversa.

Recuerda que el decreto de expulsión se hace para evitar el contacto entre judíos y cristianos. La historia demostraba – y los inquisidores lo sabían- que los conversos terminaban regresando a su antigua fe una vez las condiciones lo permitiese, venía pasando desde el año 616 cuando Sisebuto (rey visigodo) decretó la primera conversión forzosa o expulsión, ese fue el momento en que surgió el criptojudaísmo. Los inquisidores, desde su punto de vista, tenían razón en pensar así, pero no sospecharon que sus acciones, lejos de eliminar el judaísmo, hizo que éste en vez de desaparecer se trasformara y evolucionara a nuevas maneras de práctica religiosa secreta que duraron siglos y a las que, en parte, debemos una ley como las de la nacionalidad española para los sefardíes que estuvo en vigor entre el 2015 y el 2019.

¿En qué sentido podemos hablar de esto último?

Las comunidades sefardíes de la diáspora se mantuvieron creciendo, en gran medida, a los conversos y criptojudíos o marranos que salieron de España y Portugal y que vendrían a formal La Nação, como referimos antes. La comunidad de Amsterdam, Londres y Nueva York, por ejemplo, no habrían existido sin los conversos que salieron de Portugal a finales del siglo XVI vía -sobre todo- Amsterdam. Lo mismo hacia Italia, el norte de África y las Américas. A partir del siglo XVI hubo un flujo constante de criptojudíos saliendo de la península en busca de libertad religiosa y comercio que regresó formalmente al judaísmo e hizo que la diáspora se mantuviese activa.

Varios de los judíos más influentes de Amsterdam provenían de familias marranas de Portugal, entre ellos Menasseh Ben Israel, cuyo nombre portugués era Manuel Dias Soerio; Issac Aboad da Fonseca, que fue, además, el primer rabino de las Américas, en Recife, Brasil, incluso, el propio Baruch Spinoza provenía de una familia española asentada en Portugal. Luego, hacia el Este tenemos a, por ejemplo, doña Gracia Nasi, quien en Portugal se llamaba Beatriz de Luna; a Isaac Cardoso, médico español que se fue a Italia, donde podía practicar el judaísmo abiertamente, otro médico Amatus Lusitano, quien se llamó José Rodríguez y en Italia, como dijimos antes, tomó el nombre de Habib ha Sefardí,  y así la lista sería muy extensa.  

El recién fallecido historiador Joseph Pérez nos recuerda que hasta el siglo XVIII, el español – lo que hoy se llama Ladino- fue, junto al hebreo, el idioma litúrgico en las sinagogas hispano-portuguesas de Amsterdam, Londres y Nueva York, pero también el del intercambio comercial, el de la ciencia y en mucho sentido la política, las grandes potencias de la época, Holanda, Inglaterra y Francia, tenía a intérpretes hispano hablantes a su servicio, un oficio que los sefardíes dominaban muy bien desde la época de la reconquista cuando trabajaban para los reyes cristianos traduciendo del árabe al romance y viceversa.

Hasta los aspectos más aventureros y anárquicos de la sociedad posterior a 1492, la piratería, por ejemplo, contó con judíos participantes en ello, como fue caso de
Simão y Baltazar de Cordes (en 1598-1600, Chile); Moses Cohen Henriques (~ 1595-Jamaica, 1670) y su hermano Abraham; Jacob Curiel (Diego Pérez D’Acosta ~ 1548- Safed, 1610); David Abravanel (Capitán Davis); Yacoob Mashaj y su esposa Deborah (en Barbados); Simón Fernández,  y los hermanos Jean y Pierre Lafitte (1773-1826) entre algún que otro.

Son muchos de los descendientes de todas estas poblaciones dispersas por el globo terráqueo los que busca la nacionalidad con la nueva ley.   

lunes, 16 de noviembre de 2020

Los Díaz Pimienta, un clan sefardí en La Habana de los siglos XVI al XVIII

Jesús Jambrina
Associate Professor of Spanish & History

Viterbo University


Antecedentes

Desde la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, Cuba fue receptora de numerosos judeoconversos[1]. El primer judaizante de las Américas fue Juan Muñoz, descrito en los legajos del Archivo de Indias como “Yudio español que andaba en hábito de cristiano”, quien, en 1518, fue llevado a la hoguera en Santiago de Cuba, donde era dueño de minas de plata (García del Pino, Melis Cappa 3, Alonso López 6). Desde 1516, el propio Bartolomé de las Casas había hecho referencia a los judíos procesados por la inquisición en las Antillas (Ortiz, Introducción, 17). El primer judaizante en México fue Hernando Alonso, arrestado y quemado en la hoguera en 1528, pero antes, entre 1517 y 1520, había residido en Cuba, donde, según su propia esposa, Isabel Ruiz de Aguiar, practicaba las tradiciones judías y, según otro testigo, Antón Ruiz de Maldonado, había quitado la crisma a un niño bautizado, usando vino y recitando el Salmo 114 (Bejarano Gutierrez, loc. 414-426)[2].  

Durante todo el siglo XVI, se encuentran casos inquisitoriales de judíos en Cuba, a donde, como los ha afirmado Fernando Ortiz, Manuel Moreno Fraginals y César García del Pino, entre otros, los criptojudíos escapaban en busca de libertad religiosa y comercio[3]

La tendencia se mantuvo durante el siglo XVII y uno de los casos más renombrados de este siglo, muy bien estudiado por Alonso López, fue el de la mulata María Núñez, mercader de piñas en almíbar entre La Habana y Yucatán, quien, aunque logró salvarse de la inquisición, perdió a una parte de la familia en la hoguera. María, de padre canario y madre africana, fue llevada a México por sus familiares para que estudiara la Ley de Moisés. (María Nuñez, a Cuban Mulatto…, inédito)

Los Díaz Pimienta

Orígenes

Pero quizá sea la familia de los Díaz Pimienta, quienes mejor representan los ires y venires entre Cuba y España de los criptojudíos hispano cubanos. El almirante Francisco Díaz Pimienta (hijo) nació en La Habana en 1594, estando su padre, el capitán Francisco Díaz Pimienta y Franco, regidor de La Palma, de paso por la ciudad – a todas luces una larga estancia (Moreno Fraginals 76, García del Pino 60)

Los padres del primer Francisco Díaz Pimienta y Franco fueron D. Diego Díaz Pimienta y Dña Mayor Franco, inmigrantes originarios del poblado de Cuba (Portugal) a La Palma, Islas Canarias, estableciéndose en el siglo XV en Puntallana (Wanguemert y Poggio 5). Hay que decir que estas islas fueron colonizadas en ese siglo por población portuguesa y española, no poca de ella de origen hebreo. El nombre y apellido materno son de clara filiación hebraica, lo cual resonará, como veremos, muchos años después en la vida de su nieto.    

 

En el expediente a nombre del almirante, es decir Francisco Díaz Pimienta, el segundo, en 1642 para entrar a la Orden de Santiago aparece como madre Dña Juana Pérez de Mendizabal (Wanguemert y Poggio 48), sin embargo, sus biógrafos descartan que haya sido cierto porque, basado en testigos en La Habana se afirma que

 

… el dicho Francisco Díaz Pimienta no es caballero, ni limpio de sangre por padre ni por madre… es hijo de Fulano Pimienta, de nación portugués, hebreo y descendiente de tales, aunque nacido en Islas Canarias según la pública voz y fama que hay en la Isla, y en La Habana, donde hubo al pretendiente por hijo, en una mulata esclava llamada Catalina (…) (Wanguemert y Poggio 51)[4].

 

Por su parte, Manuel Moreno Fraginals, en su libro Cuba/ España, España/ Cuba (1996) afirma que “en el libro de bautismos del sagrario de la catedral (única parroquia habanera que entonces existía) no aparece ningún Francisco Díaz Pimienta y sí una inscripción del 19 de Junio de 1594 (año de su nacimiento según el propio almirante) que dice ‘Francisco, hijo de Catalina, criolla esclava del capitán Bernaldo de Quiroz, de padre no conocido’. Todos los datos concuerdan” (76) 

Empresas transatlánticas

 

Francisco Díaz Pimienta fue el único hijo varón de su padre (el capitán Francisco Díaz Pimienta y Franco) y, aunque lo tuvo fuera del matrimonio con Beatriz Rodríguez de Acosta, su progenitor le otorgó todos los derechos y Francisco (hijo) fue aceptado como miembro completo de la familia paterna, disfrutando los rangos y bienes garantizados a su estrato social.

En 1602 viajó a La Palma donde residió con su familia, en 1609 estudiaba el Bachillerato en un Colegio de los Jesuitas en Sevilla, todo asumido por su padre. Según algunos testimonios del citado expediente para la Orden de Santiago, se casó en Sevilla después de graduarse, pero no se conoce el nombre de la esposa (Wanguemert y Poggio 102).

Según César García del Pino, alrededor de 1604, un Alonso Ferrara, allegado del capitán general D. Pedro Valdés, se casó en La Habana con Juana Díaz Pimienta, quien provenía de una “notable familia sefardita”. Y continua: “Este clan de empresarios estableció en La Habana su centro de operaciones, que se ramificaba en distintas direcciones, llegando hasta las remotas costas asiáticas, en pos del rico y fructífero comercio del Oriente” (60). Esta afirmación, basada en documentos en los archivos habaneros, demuestra que había otros miembros de esta familia residiendo en la isla[5].  

 

En 1612, Francisco Díaz Pimienta II se unió a la Marina española, en la cual

 

(…) tenemos que admitir todo lo que de este particular se diga de D. Francisco Díaz Pimienta, y verle tan pronto defendiendo el litoral de nuestra península, como internándose para escoltar los galeones que traían el oro y la plata del Nuevo Mundo, y hasta formando parte de la tripulación de los mismos. Así pasó el duro noviciado, cumpliendo siempre órdenes que ponían en riesgo su vida, y cuanto más críticos fueron los instantes, serenaba su alma con el temple de su corazón, para ir poco á poco labrando, o mejor de mérito en mérito construyendo el pedestal de su fama, que le designaría para la dirección de otras superiores empresas (Wanguemert y Poggio 102)

 

En 1625 - 1626 ya tenía grado de capitán y construía en La Habana dos barcos para la Armada de Indias (Wanguemert y Poggio 81-82), aunque tenía residencia oficial en Sevilla:

 

Según el mismo testimonio, era dueño de un navío de 200 toneladas, que fabricó en el puerto de la Habana, denominado Nuestra Señora de Aguas Santas y sabido es, que los propietarios de estos buques aunque vistieran el uniforme de la armada, disfrutaban de libertad para trasportar pasajeros y cargas de particulares, lo que proporcionaba a sus dueños grandes rendimientos, igual que también eran muy bien remunerados los servicios, que con los navíos particulares se prestaban al gobierno de la nación, lo que constantemente acontecía, por no bastarse la marina militar para cumplir sus compromisos en esta época de formación, y de gran penuria para el Tesoro público (Wanguemert y Poggio 83)

De acuerdo con Moreno Fraginals, sin embargo, además de trabajar para la monarquía, Francisco Díaz Pimienta fue contrabandista, práctica muy común en la época y de la cual se beneficiaban tantos los cargos oficiales del gobierno insular como la población de la isla. Para ello Díaz Pimienta construyó navíos con compartimentos no autorizados, convirtiendo a estos en “galeones de carga con defensas” (77) que hacían la ruta entre las Américas y Cádiz. Y prosigue Fraginals:

 

No obstantes las numerosas denuncias presentadas sobre su contrabando en el comercio de Indias, no le removieron de su cargo, en parte porque había anudado muchos intereses y, también, porque hasta sus enemigos reconocieron su insuperable capacidad como navegante, su habilidad excepcional en los enfrentamientos al enemigo, y un valor a toda prueba que le hacían casi insustituible en medio de la gran crisis marítima española de mediados del (siglo) XVII (77-78)

 

En los años siguientes, siendo capitán, Francisco Díaz Pimienta participó en expediciones contra corsarios y piratas, y holandeses en isla Tortuga, Venezuela, Honduras y Brasil, destacándose en todas ellas y muy posiblemente, siguiendo los criterios de Manuel Moreno Fraginals y César García del Pino, marcando el territorio de sus negocios frente a otras redes comerciales de esos años.

En 1634 estuvo convaleciente en la península y en 1635-36 se casó con Doña María Alfonsa Jacinta de Vallecilla en Portugalete (Vizacaya), nacida en 1621. (Wanguemert y Poggio 96).  El primer hijo del matrimonio fue Francisco Díaz Pimienta de Vallecilla (Portugalete, Vizcaya, enero 1637), luego vino Martín José (Cádiz, 29 de agosto 1643), Nicolás y Teresa.

Entre 1639 y 1641 hay noticias de él otra vez en el Caribe, habiendo sido nombrado en 1641 General y Almirante de la Real Armada de las Indias. En esas fechas rescató para España de los ingleses las islas Santa Catalina y Providencia por lo que el rey le otorgó el hábito de Santiago.  En 1643 parte nuevamente para el Nuevo Mundo para participar en una expedición al Golfo de Baja California.

En 1646 participa en la batalla de Lérida contra los franceses, desembarcando con 1500 infantes en Vinaroz. Después de esta acción se fue a Cádiz donde fue visitado por el Conde Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV y defensor del comercio con los “portugueses”, es decir los sefardíes que por esos años controlaban el comercio – legal e ilegal- tanto en Caribe holandés, inglés y francés, así como con las colonias españolas e incluso Europa, sobre todo Amsterdam.  

Entre 1647 y 1648 estuvo en Nápoles y Sicilia conteniendo revueltas populares en esos territorios españoles. Poco tiempo después, el 30 de agosto de 1652, “murió de un arcabuzazo en el sitio de Barcelona” (Wanguemert y Poggio 223).


Un alma revuelta

Continuando, o en este caso confirmando, el origen judío y comercial de la rama habanera de esta familia, se conoce también el caso de José (Abraham) Díaz Pimienta, quien fuera llevado a la hoguera en un Auto de Fé en Sevilla en 1720 bajo el cargo de hereje.

José nació en San Juan de los Remedios alrededor de 1684, su familia fue igualmente influyente, lo cual seguramente ayudó a que entrara en el Seminario del que luego escapó. En la crónica de su vida publicada en la American Historical Jewish Society por Richard Gottheil en 1901 de dice que “no hubo delito que no cometiera” y que su vida podría servir de inspiración para una historia de jóvenes de alma revuelta (20).

José Díaz Pimienta podría calificarse de aventurero proto-romántico: fue sacerdote, rechazó el bienestar de hogar acomodado, viajó por México, Venezuela, Jamaica, y Colombia, vivió con piratas y contrabandistas – posiblemente también lo haya sido- y en 1715 se convirtió al judaísmo en Curazao, adoptando el nombre de Abraham, usando telfilín y orando en hebreo. Durante sus estudios comentó a los rabinos que su toda su familia era judía y que su madre le había dicho que él tenía que vivir entre los judíos (Gottheil 22).

Más tarde, todo indica que en dependencia del sitio donde estuviese, volvió a decir que era católico. Sin embargo, al ser apresado por la inquisición y enviado a Sevilla trató de comunicarse con la comunidad criptojudía de Cádiz y Jérez, pero no recibió respuesta. Luego de varias retractaciones en una y otra dirección, no logró convencer al tribunal de la inquisición de su verdadera inclinación religiosa y fue condenado por hereje el 25 de Julio de 1720 en Sevilla.

La vida de José (Abraham) Díaz Pimienta no es muy diferente de la de otros criptojudíos de los siglos XVI y XVII que pasaron por experiencias similares en cuanto a la fluidez y contradicción de sus filiaciones espirituales, entre ellos Luis de Carvajal, el Mozo (Josef Lumbroso), Juan de la Ysla (Abraham Abzaradiel), Francisco de San Antonio (Abraham Rubén) o Lope de Vera y Alarcón (Judá Creyente), entre otros. 


Bibliografía

Alonso López, Eugenio A. "Historias recuperadas de los criptojudíos/conversos y judaizantes en Cuba: siglos XVI-XVIII vistos desde los fondos del Archivo Histórico Nacional de Madrid del Tribunal de Cartagena de Indias", presentado en el Congreso Internacional "Sefarad Transatlántica", Jerusalén, 21-25 Junio, 2019, 43 diapositivas.

------------ “María Nuñez, a Cuban Mulatto Before the Mexican Inquisition and Familial Ties of Dispersed Crypto Jews in the 17th Century” (inédito de próxima aparición en Zamora en el mapa de Sefarad, Actas de los Congresos Internacionales, 2013-2020)

Bejarano Gutiérrez, Juan Marcos, Jewish Conquistadores in the New World, the early years, Grand Praire, Yaron Publishing, 2017, Ebook.

Bottcher, Nikolaus, “Inquisición y limpieza de sangre en Nueva España”, en Bottcher, Nikolaus, Bern Hausberger, y Max S. Hering Torres, El peso de la sangre: limpios, mestizos y nobles en el mundo hispánico, Colegio de México, 2011, pp. 187-217

Farin Levy, Eugenia, Ganz Grin, Jaime, Pérez Maleta, Conrado R., Atlas del judaísmo en Cuba, 2009

Moreno Fraginals, Manuel, Cuba/España, España-Cuba, historia común, Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1996.

García del Pino, César, El corso en Cuba. Siglo XVII, La Habana, Editorial Ciencia Sociales, 2001

-------- y Alicia Melis Cappa, Documentos para la Historia colonial de Cuba: siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, La Habana, editorial Ciencias Sociales, 1988.

Gottheil, Richard, “Fray Joseph Diaz Pimienta, alias Abraham Diaz Pimienta, and the auto de fé held at Seville, July 25, 1720” en American Historical Jewish Society, No. 9, 1901, pp. 19-28

Soria Mesa, Enrique, “El origen judeoconverso de la nobleza indiana”, en Rey Castelao, Ofelia y Cowen, Pablo (Eds), Familias en el Viejo y el Nuevo Mundo. La Plata: Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2017, pp. 155-185.

Ortiz, Fernando, “Introducción” en Marcos Pitchón, José Martí y la comprensión humana, 1853-1953, La Habana, Sociedad Bené Brith Maimónides, 1957

Wanguemert y Poggio, José, El almirante D. Francisco Díaz Pimienta y su época, Madrid, Revista de Archivos, 1905.



[1] En referencia a los primeros momentos de la inserción española en las Américas y los pocos estudios dedicados a esta etapa en relación con los orígenes de los pobladores, Enrique Soria Mesa escribe: “Surgirá ante nosotros una América española llena de judeoconversos desde prácticamente los primeros momentos de su descubrimiento y conquista. Mucho antes de la llegada de los portugueses, los cristianos nuevos habitaban masivamente las Indias, y conformaron con el tiempo un buen porcentaje de sus clases dirigentes” (157, 164). Con respecto a primer gobernador de Cuba, Soria Mesa escribe: “En este colectivo hay que englobar al gobernador de Cuba Diego Velázquez de Cuellar, parte de un extensísimo conjunto familiar de origen judaico, con enormes y vitales ramificaciones en la historia de España, las que van desde la alta burocracia de los Trástamara y Habsburgo a la alta nobleza, pasando por ser nada menos que el entorno en el que se crió San Ignacio de Loloya” (165)  

[2] Aunque existe debate acerca de la credibilidad de los testimonios en general extraídos por la inquisición de sus procesados, denunciantes y testigos, dada la especificidad de algunos de ellos, así como la aceptación de sus creencias por parte de los acusados, en este caso nos es dado pensar que las declaraciones son verosímiles y concuerdan con el grado de contradicción espiritual en que vivieron los criptojudíos en aquellos sitios donde la inquisición estaba presente.  

[3] La cultura criptojudía estuvo presente durante toda la época colonial tanto en España como en Portugal, así como en sus posesiones americanas. Tiene su origen en las conversiones forzosas que comenzaron en la península ibérica en el siglo VII bajo los visigodos y continuaron sucediéndose de forma más o menos continua, dependiendo de las regiones, hasta el siglo XV, con un momento importante en 1391 cuando miles de judíos se convirtieron al cristianismo intimidados por los ataques a las juderías y aljamas de los reinos cristianos. Otros lo hicieron durante las predicaciones de Vicente Ferrer entre 1411 y 1412. En 1492, ante la disyuntiva de la expulsión, muchos judíos se convirtieron para conservar sus propiedades y sus familias mientras que otros salieron a Portugal de donde en 1497 también fueron expulsados, pero muchos fueron convertidos forzosamente por la monarquía portuguesa, dando lugar a los marranos, otra forma de llamar a los criptojudíos. Esta fue una población que se insertó en toda la estructura social, incluida la iglesia, la economía y la cultura de la época a ambos lados del atlántico, siempre con el apoyo y la ayuda de la comunidad sefardí con la que nunca perdió el contacto en la diáspora. Los criptojudíos tenían una vida pública cristiana, pero en la intimidad de sus hogares continuaron practicando la Ley de Moisés, lo cual en gran parte se conoce por los casos inquisitoriales donde se documentaba la vida de estas personas, a veces durante años. Los criptojudíos estuvieron presente en toda la América española y portuguesa y fueron perseguidos hasta que las independencias latinoamericanas eliminaron la inquisición en las nuevas naciones. Referencias en el estudio de los criptojudíos son Cecil Roth, A History of the Marranos, 5th edition, NY, 1992 y varios de los libros de David M. Gitlitz, especialmente Secreto y engaño, la religión de los criptojudíos, Junta de Castilla y León, 2003.

 

[4] Hay que recordar que la inquisición, para certificar la limpieza de sangre de los aspirantes a los cargos públicos o entrada en órdenes religisosas, basaba sus veredictos en investigaciones realizadas en las localidades donde los candidatos habían vivido por un tiempo considerable ya fueran estas residencias en España o en las Américas. Ver Bottcher, Nikolaus, “Inquisición y limpieza de sangre en Nueva España”, en Bottcher, Nikolaus, Bern Hausberger, y Max S. Hering Torres, El peso de la sangre: limpios, mestizos y nobles en el mundo hispánico, Colegio de México, 2011, pp. 187-217.

[5] De hecho, César García del Pino incluye al médico Luis Díaz Pimienta y Valdés (1853-1892) en su libro Mil criollos del siglo XIX, p. 70, aunque sin hacer ninguna referencia a su origen familiar.