Jesús
Jambrina
Associate Professor of Spanish & History
Viterbo
University
Antecedentes
Desde la llegada misma de los españoles al Caribe, Cuba fue receptora de
numerosos judeoconversos que enseguida se mezclaron con las poblaciones nativas
y judaizaron[1].
Según lo ha demostrado el investigador Eugenio A. Alonso López, el primer
judaizante de las Américas fue Juan Muñoz, descrito en los legajos del Archivo
de Indias como “indio español Yudio”, quien en 1518 fue llevado a la hoguera en
Santiago de Cuba, donde era dueño de minas de plata (Historias recuperadas, 6).
Desde 1516, el propio Bartolomé de las Casas había hecho referencia a los
judíos procesados por la inquisición en las Antillas (Ortiz, Introducción, 17).
El primer judaizante en México fue Hernando Alonso, quien había sido residente
en Cuba, donde, según su propia esposa, practicaba las tradiciones judías y,
según otro testigo, había quitado la crisma a un niño bautizado, usando vino y
recitando el Salmo 114 (Bejarano Gutierrez, loc. 414-426).
Durante todo el siglo XVI, se encuentran casos inquisitoriales de judaizantes
en Cuba, a donde, como los ha afirmado Fernando Ortiz, Manuel Moreno Fraginals
y César García del Pino, entre otros, los criptojudíos escapaban en busca de
libertad religiosa y comercio[2].
La tendencia se mantuvo durante el siglo XVII y uno de los casos más
renombrados de este siglo, muy bien estudiado por Alonso López, fue el de la
mulata María Núñez, mercader de piñas en almíbar entre La Habana y Yucatán,
quien, aunque logró salvarse de la inquisición, perdió a una parte de la
familia en la hoguera. María, de padre canario y madre africana, fue llevada a
México por sus familiares para que estudiara la Ley de Moisés. (María Nuñez, a
Cuban Mulatto…, inédito)
Los Díaz Pimienta
Orígenes
Pero quizá sea la familia de los Díaz Pimienta, quienes
mejor representan los ires y venires entre Cuba y España de los criptojudíos
hispano cubanos. El almirante Francisco Díaz Pimienta (hijo) nació en La Habana
en 1594, estando su padre, el capitán Francisco Díaz Pimienta y Franco, regidor
de La Palma, de paso por la ciudad – a todas luces una larga estancia (Moreno
Fraginals 76, García del Pino 60)
Los padres del primer Francisco Díaz Pimienta y Franco
fueron D. Diego Díaz Pimienta y Dña Mayor Franco, inmigrantes originarios del
poblado de Cuba (Portugal) a La Palma, Islas Canarias, estableciéndose en el
siglo XV en Puntallana (Wanguemert y Poggio 5). Hay que decir que estas islas
fueron colonizadas en ese siglo por población portuguesa y española, no poca de
ella de origen judío. El nombre y apellido materno son de clara filiación
hebraica, lo cual resonará, como veremos, muchos años después en la vida de su
nieto.
En el expediente a nombre del almirante, es decir
Francisco Díaz Pimienta, el segundo, en 1642 para entrar a la Orden de Santiago
aparece como madre Dña Juana Pérez de Mendizabal (Wanguemert y Poggio 48), sin
embargo, sus biógrafos descartan que haya sido cierto porque, basado en
testigos en La Habana se afirma que
… el dicho Francisco Díaz Pimienta no
es caballero, ni limpio de sangre por padre ni por madre… es hijo de Fulano
Pimienta, de nación portugués, hebreo y descendiente de tales aunque nacido en
Islas Canarias según la pública voz y fama que hay en la Isla, y en La Habana,
donde hubo al pretendiente por hijo, en una mulata esclava llamada Catalina (…)
(Wanguemert y Poggio 51)[3].
Por su parte, Manuel Moreno Fraginals, en su libro Cuba/
España, España/ Cuba (1996) afirma que “en el libro de bautismos del
sagrario de la catedral (única parroquia habanera que entonces existía) no
aparece ningún Francisco Díaz Pimienta y sí una inscripción del 19 de Junio de
1594 (año de su nacimiento según el propio almirante) que dice ‘Francisco, hijo
de Catalina, criolla esclava del capitán Bernaldo de Quiroz, de padre no
conocido’. Todos los datos concuerdan” (76)
Empresas transatlánticas
Francisco Díaz Pimienta fue el único
hijo varón de su padre (el capitán Francisco Díaz Pimienta y Franco) y, aunque
lo tuvo fuera del matrimonio con Beatriz Rodríguez de Acosta, su progenitor le
otorgó todos los derechos y Francisco (hijo) fue aceptado como miembro completo
de la familia paterna, disfrutando los rangos y bienes garantizados a su
estrato social.
En 1602 viajó a La Palma donde residió con su familia, en
1609 estudiaba el Bachillerato en un Colegio de los Jesuitas en Sevilla, todo
asumido por su padre. Según algunos testimonios del citado expediente para la
Orden de Santiago, se casó en Sevilla después de graduarse, pero no se conoce
el nombre de la esposa (Wanguemert y Poggio 102).
Según César García del Pino, alrededor de 1604, un Alonso Ferrara, allegado de
D. Pedro Valdés, se casó en La Habana con Juana Díaz Pimienta, quien provenía
de una “notable familia sefardita”. Y continua: “Este clan de empresarios
estableció en La Habana su centro de operaciones, que se ramificaba en
distintas direcciones, llegando hasta las remotas costas asiáticas, en pos del
rico y fructífero comercio del Oriente” (60). Esta afirmación, basada en
documentos en los archivos habaneros, demuestra que había otros miembros de
esta familia residiendo en la isla, siendo Juana, posiblemente, hermana del
primer Francisco Díaz Pimienta y Franco.
En 1612, Francisco Díaz Pimienta II se unió a la Marina
española, en la cual
(…) tenemos que admitir todo lo que de
este particular se diga de D. Francisco Díaz Pimienta, y verle tan pronto
defendiendo el litoral de nuestra península, como internándose para escoltar
los galeones que traían el oro y la plata del Nuevo Mundo, y hasta formando
parte de la tripulación de los mismos. Así pasó el duro noviciado, cumpliendo
siempre órdenes que ponían en riesgo su vida, y cuanto más críticos fueron los
instantes, serenaba su alma con el temple de su corazón, para ir poco á poco
labrando, ó mejor de mérito en mérito construyendo el pedestal de su fama, que
le designaría para la dirección de otras superiores empresas (Wanguemert y
Poggio 102)
En 1625 - 1626 ya tenía grado de capitán y construía en
La Habana dos barcos para la Armada de Indias (Wanguemert y Poggio 81-82),
aunque tenía residencia oficial en Sevilla:
Según el mismo testimonio, era dueño de un navío de 200
toneladas, que fabricó en el puerto de la Habana, denominado Nuestra Señora
de Aguas Santas y sabido es, que los propietarios de estos buques aunque
vistieran el uniforme de la armada, disfrutaban de libertad para trasportar
pasajeros y cargas de particulares, lo que proporcionaba á sus dueños grandes
rendimientos, igual que también eran muy bien remunerados los servicios, que
con los navíos particulares se prestaban al gobierno de la nación, lo que constantemente
acontecía, por no bastarse la marina militar para cumplir sus compromisos en
esta época de formación, y de gran penuria para el Tesoro público (Wanguemert y
Poggio 83)
De acuerdo con Moreno Fraginals, sin embargo, además de
trabajar para la monarquía, Francisco Díaz Pimienta fue contrabandista,
practica muy común en la época y de la cual se beneficiaban tantos los cargos
oficiales del gobierno insular como la población de la isla. Para ello Díaz
Pimienta construyó navíos con compartimentos no autorizados, convirtiendo a
estos en “galeones de carga con defensas” (77) que hacían la ruta entre las
Américas y Cádiz. Y prosigue Fraginals:
No obstantes las numerosas denuncias
presentadas sobre su contrabando en el comercio de Indias, no le removieron de
su cargo, en parte porque había anudado muchos intereses y, también, porque
hasta sus enemigos reconocieron su insuperable capacidad como navegante, su
habilidad excepcional en los enfrentamientos al enemigo, y un valor a toda
prueba que le hacían casi insustituible en medio de la gran crisis marítima
española de mediados del (siglo) XVII (77-78)
En los años
siguientes, siendo capitán, Francisco Díaz Pimienta participó en expediciones
contra corsarios y piratas, y holandeses en isla Tortuga, Venezuela, Honduras y
Brasil, destacándose en todas ellas y muy posiblemente, siguiendo los criterios
de Manuel Moreno Fraginals y César García del Pino, marcando el territorio de
sus negocios frente a otras redes comerciales de esos años.
En 1634 estuvo convaleciente en la península y en 1635-36 se casó con Doña
María Alfonsa Jacinta de Vallecilla en Portugalete (Vizacaya), nacida en 1621.
(Wanguemert y Poggio 96). El primer hijo del matrimonio fue Francisco
Díaz Pimienta de Vallecilla (Portugalete, Vizcaya, enero 1637), luego vino
Martín José (Cádiz, 29 de agosto 1643), Nicolás y Teresa.
Entre 1639 y 1641 hay noticias de él otra vez en el Caribe, habiendo sido
nombrado en 1641 General y Almirante de la Real Armada de las Indias. En esas
fechas rescató para España de los ingleses las islas Santa Catalina y
Providencia por lo que el rey le otorgó el hábito de Santiago. En 1643
parte nuevamente para el Nuevo Mundo para participar en una expedición al Golfo
de Baja California.
En 1646 participa en la batalla de Lérida contra los franceses, desembarcando
con 1500 infantes en Vinaroz. Después de esta acción se fue a Cádiz donde fue
visitado por el Conde Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV y defensor
del comercio con los “portugueses”, es decir los sefardíes que por esos años
controlaban el comercio – legal e ilegal- tanto en Caribe holandés, inglés y
francés, así como con las colonias españolas e incluso Europa, sobre todo
Amsterdam.
Entre 1647 y 1648 estuvo en Nápoles y Sicilia conteniendo
revueltas populares en esos territorios españoles. Poco tiempo después, el 30
de agosto de 1652, “murió de un arcabuzazo en el sitio de Barcelona”
(Wanguemert y Poggio 223).
Un alma revuelta
Continuando, o en
este caso confirmando, el origen judío y comercial de la rama habanera de esta
familia, se conoce también el caso de José (Abraham) Díaz Pimienta, quien fuera
llevado a la hoguera en un Auto de Fé en Sevilla en 1720 bajo el cargo de
hereje.
José nació en San Juan de los Remedios alrededor de 1684, su familia fue igualmente
influyente, lo cual seguramente ayudó a que entrara en seminario del que luego
escapó[4].
En la crónica de su vida publicada en la American Historical Jewish Society por
Richard Gottheil en 1901 de dice que “no hubo delito que no cometiera” y que su
vida podría servir de inspiración para una historia de jóvenes de alma revuelta
(20).
José Díaz Pimienta podría calificarse de aventurero proto-romántico: fue
sacerdote, rechazó el bienestar de hogar acomodado, viajó por México,
Venezuela, Jamaica, y Colombia, vivió con piratas y contrabandistas y en 1715
se convirtió al judaísmo en Curaçao, adoptando el nombre de Abraham, usando
telfilín y orando en hebreo. Durante sus estudios comentó a los rabinos que
toda su familia era judía y que su madre le había dicho que él tenía que vivir
entre los judíos (Gottheil 22).
Más tarde, todo indica que en dependencia del sitio donde estuviese, volvió a
decir que era católico. Sin embargo, al ser apresado por la inquisición y
enviado a Sevilla trató de comunicarse con la comunidad criptojudía de Cádiz y
Jérez, pero no recibió respuesta. Luego de varias retractaciones en una
dirección y otra, no logró convencer al tribunal de la inquisición de su
verdadera inclinación religiosa y fue condenado por hereje el 25 de Julio de
1720 en Sevilla.
La vida de José (Abraham) Díaz Pimienta no es muy diferente de la de otros
criptojudíos de los siglos XVI y XVII que pasaron por experiencias similares en
cuanto a la fluidez de sus filiaciones espirituales, entre ellos Luis de Carvajal,
el Mozo (Josef Lumbroso), Juan de la Ysla (Abraham Abzaradiel), Francisco de
San Antonio (Abraham Rubén) o Lope de Vera y Alarcón (Judá Creyente), entre
otros.
Moreno Fraginals,
Manuel, Cuba/España, España-Cuba, historia común, Barcelona, Grijalbo
Mondadori, 1996.
García del Pino,
César, El corso en Cuba. Siglo XVII, La Habana, Editorial Ciencia
Sociales, 2001
Gottheil, Richard, “Fray Joseph Diaz
Pimienta, alias Abraham Diaz Pimienta, and the auto de fé held at Seville, July
25, 1720” en American Historical Jewish Society, No. 9, 1901, pp. 19-28
Soria Mesa,
Enrique, “El origen judeoconverso de la nobleza indiana”, en Rey Castelao,
Ofelia y Cowen, Pablo (Eds), Familias en el Viejo y el Nuevo Mundo. La Plata:
Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación, 2017, pp. 155-185.
Ortiz, Fernando, “Introducción” en Marcos Pitchón, José Martí y la
comprensión humana, 1853-1953, La Habana, Sociedad Bené Brith Maimónides,
1957
Wanguemert y Poggio, José, El almirante D. Francisco Díaz Pimienta y su
época, Madrid, Revista de Archivos, 1905.
[1] En referencia a los
primeros momentos de la inserción española en las Américas y los pocos estudios
dedicados a esta etapa en relación con los orígenes de los pobladores, Enrique
Soria Mesa escribe: “Surgirá ante nosotros una América española llena de
judeoconversos desde prácticamente los primeros momentos de su descubrimiento y
conquista. Mucho antes de la llegada de los portugueses, los cristianos nuevos
habitaban masivamente las Indias, y conformaron con el tiempo un buen
porcentaje de sus clases dirigentes” (157, 164). Con respecto a primer
gobernador de Cuba, Soria Mesa escribe: “En este colectivo hay que englobar al
gobernador de Cuba Diego Velázquez de Cuellar, parte de un extensísimo conjunto
familiar de origen judaico, con enormes y vitales ramificaciones en la historia
de España, las que van desde la alta burocracia de los Trástamara y Habsburgo a
la alta nobleza, pasando por ser nada menos que el entorno en el que se crió
San Ignacio de Loloya” (165)
[2] La cultura
criptojudía estuvo presente durante toda la época colonial tanto en España como
en Portugal, así como en sus posesiones americanas. Tiene su origen en las
conversiones forzosas que comenzaron en la península ibérica en el siglo VII
bajo los visigodos y continuaron sucediéndose de forma más o menos continua,
dependiendo de las regiones, hasta el siglo XV, con un momento importante en
1391 cuando miles de judíos se convirtieron al cristianismo intimidados por los
ataques a las juderías y aljamas de los reinos cristianos. Otros lo hicieron
durante las predicaciones de Vicente Ferrer entre 1411 y 1412. En 1492, ante la
disyuntiva de la expulsión, muchos judíos se convirtieron para conservar sus
propiedades y sus familias mientras que otros salieron a Portugal de donde en
1497 también fueron expulsados, pero donde muchos se convirtieron, dando lugar
a los marranos, otra forma de llamar a los criptojudíos. Esta fue una población
que se insertó en toda la estructura social, incluida la iglesia, la economía y
la cultura de la época a ambos lados del atlántico, siempre con el apoyo y la
ayuda de la comunidad sefardí con la que nunca perdió el contacto en la
diáspora. Los criptojudíos tenían una vida pública cristiana, pero en la
intimidad de sus hogares continuaron practicando la ley de Moisés, lo cual en
gran parte se conoce por los casos
inquisitoriales donde se documentaba la vida de estas personas, a veces durante
años. Los criptojudíos estuvieron presente en toda la América española y
portuguesa y fueron perseguidos hasta que las independencias latinoamericanas
eliminaron la inquisición en las nuevas naciones.
[3] Hay que recordar que la inquisición, para certificar la
limpieza de sangre de los aspirantes a los cargos públicos o entrada en órdenes
religisosas, basaba sus veredictos en investigaciones realizadas en las
localidades donde los candidatos habían vivido por un tiempo considerable ya
fueran estas residencias en España o en las Américas. Ver Bottcher, Nikolaus,
“Inquisición y limpieza de sangre en Nueva España”, en Bottcher, Nikolaus, Bern
Hausberger, y Max S. Hering Torres, El peso de la sangre: limpios, mestizos
y nobles en el mundo hispánico, Colegio de México, 2011, pp. 187-217.
[4] San Juan de
los Remedios fue una población asociada desde inicios del siglo XVII tanto con
la presencia judeoconversa como con la piratería y el contrabando. En 1611 el
obispo Almendariz se quejaba de la presencia judezma en la villa y estuvo entre
los primeros en proponer el traslado de la población a otro sitio (Farin, Atlas
del judaísmo en Cuba). También, entre 1692 y 1696 fue protagonista de los
hechos narrados por Fernando Ortiz en su libro Historia de una pelea cubana
contra los demonios (1959) que terminaron por dividir a sus habitantes
entre quienes quedaron en San Juan de los Remedios y los que fundaron la actual
ciudad de Santa Clara.