viernes, 25 de octubre de 2013

Zamoranos en la diáspora


Por Concha Pelayo, escritora

 
Si Zamora ya ofrecía interesantes aspectos históricos, culturales o patrimoniales, ahora se nos presenta como una ciudad que fue el centro intelectual más importante de la Castilla del siglo XV. El pasado mes de julio, la ciudad acogió un interesante congreso  que bajo el lema «Reencuentro e historia de la aljama de la ciudad de Zamora» consiguió, no solo, atraer a la ciudad a algunos de los mayores expertos en la cuestión sefardí, sino reivindicar el importante papel que tuvo la comunidad hebrea zamorana en el siglo XV, cuando las poblaciones del sur de la península iniciaron su declive. 
A muchos nos ha despertado una gran  curiosidad por saber qué es lo que ocurría hace varios siglos cuando en Zamora se asentaron los primeros judíos y descubrir las peculiaridades de su vida  y cuanto de aquello permanece entre nosotros aunque nos pase desapercibido, por eso, este congreso nos ha abierto los ojos y nos ha despertado una curiosidad inusitada y compartida a tenor de los participantes al congreso y por los muchos comentarios y preguntas que se están haciendo los zamoranos. 
 Todos quieren saber donde estaban las juderías, qué significan los grabados existentes en algunos paños de muralla que, hasta ahora, nos habían pasado desapercibidos, el origen de muchas palabras, su significado.Una nueva y desconocida Zamora que de pronto queremos descubrir cuando recorremos sus calles y sus plazas, algunas de ellas con visibles signos que no identificábamos porque apenas se sabe nada de la vida de los judíos zamoranos.
Figuras importantes fueron: Isaac Campanton, Abraham Saba, Isaac Arama, Issac Abroad II, Isaac de León, Samuel Valensí, como importante fue la escuela Talmud-Torá de Zamora, que nunca se resaltará lo suficiente pese que a través de los  discípulos de Campantón y otros Scholars famosos, alcanzó a toda la diáspora sefardí hasta hoy.
Otro famoso converso fue Alfonso de Zamora, hebraísta, aunque, humilde él, al final de sus días llegó a decir que era  el último de los sabios de Sefarad. Esto levantó algunas dudas sobre la veracidad de su conversión. El Cardenal Cisneros le pidió que formara parte de la traducción de la  Biblia Complutense. Alfonso de Zamora fue un personaje que, por si solo merece un completo reportaje que será para otra ocasión.

En nuestras notas privadas, ya tenemos los lugares donde se ubicaron los primeros asentamientos judíos y que los encontramos  por los alrededores de la Catedral; también  la Judería Vieja, asentándose en la Plaza de Santa Lucía, Cuesta de San Cipriano, calle Zapatería, de Balborraz, (premio Europa Nostra), de los Herreros. O la Judería Nueva, localizándose en la Puerta de San Torcuato, Ronda de Santa Ana, Plaza de San Sebastián, calle del Riego. Lugares todos ellos, emblemáticos, cargados de historia y que confieren a la ciudad una singular y particular historia.

Lo cierto es que Zamora cobra una nueva perspectiva que comenzamos a saborear y todo esto se lo debemos a un zamorano en la diáspora, Jesús Jambrina, afincado en los Estados Unidos donde ejerce su docencia en la Univesidad  de Viterbo en Wisconsin, un estudioso de la historia de su ciudad a la que visita cada año y que no sólo se limita  a pasear por sus calles sino a investigar ese mundo sefardí zamorano que tanto le apasiona.

En su página www.zamorasefardi.com  pueden descubrirse datos como que Sancho I entregaría a los musulmanes diez fortalezas en la frontera del Duero. Esto ocurría sobre el año 956 aproximadamente y en 1151 se empieza a construir la catedral de Zamora donde en sus alrededores se establece el primer asentamiento judío de la ciudad y así, cronológicamente, hasta nuestros días, se pueden ir descubriendo nombres de rabinos y sucesos que fueron aconteciendo y conformando nuestra historia a lo largo de los siglos. Un mundo apasionante que está ahí, a nuestro alcance,  y que hay que descubrir. 

La alcaldesa prometió a Jesús Jambrina que se señalizarían las juderías y que haría lo posible porque a Zamora se la conozca también como la Zamora sefardí de otros tiempos, un nuevo potencial turístico que hay que aprovechar y que se viene a añadir a los ya existentes y de los que tanto nos enorgullecemos como, por ejemplo, tener conciencia de que tenemos, nada menos, que veintidós templos románicos dentro de la ciudad, la mayor concentración de este arte en el mundo, o diecinueve edificios modernistas por lo que Zamora ha pasado a la Red de Ciudades Modernistas Europeas, además de los infinitos recursos que tenemos tanto en la propia ciudad como en la provincia. 
Jesús Jambrina invita a todos los zamoranos para que investiguen, para que formen un equipo de trabajo y empiecen a frecuentar los archivos y tomar notas, para que recorran los lugares que él les ha mostrado estos días y vayan descubriendo con sus propios ojos esos signos, esas huellas que nos hablan de una cultura diferente a la nuestra pero que tanto nos aproxima. 
Un acierto de congreso que esperamos tenga continuidad.

sábado, 19 de octubre de 2013

Fraga y los judíos: semana santa en Zamora (1971)

Javier de la Puerta
Universidad Hebrea de Jerusalén
  


Foto del Correo de Zamora, reproducida en el blog Diario del Aire  

Durante varios siglos, la Iglesia Católica, durante los oficios de Viernes Santo, pedía por la conversión de los «pérfidos judíos-perfidis judæis», a los que acusaba de haber asesinado a Jesús. Todavía con anterioridad al Concilio Vaticano II (1962-1965), el Papa Juan XXIII eliminó la expresión «pérfidos judíos» de los rezos de Semana Santa, frase que se usó en unos oficios por última vez el año 1959.

Doce años después, en 1971, el entonces ex-ministro de información y turismo, Manuel Fraga Iribarne (fundador de Alianza Popular, actual PP, en 1976), escribió las siguientes frases en su pregón de la Semana Santa de Zamora: «La lección terrible de la Semana Santa debe ser nuevamente revalorizada, asimilada. Los judíos prefirieron la injusticia al desorden, el inmovilismo a la esperanza y el milagro, el egoísmo a la caridad. Aún no han terminado de expiar la sangre caída sobre ellos y sobre sus hijos.» El político continuó su pregón con la siguiente frase: «Por supuesto, se equivocaron, Jerusalén e Israel serían destruídas.» Es decir, a pesar de estas destrucciones, Fraga consideraba que los judíos, dos mil años después, todavía no habían expiado «su pecado», a pesar de que hacía más de un decenio que la propia Iglesia Católica había eximido de responsabilidad a los judíos en la muerte de Jesús.

Fraga había sido ministro de información y turismo entre 1962 y 1969. Él fue uno de los miembros del gobierno de Franco que votó a favor de confirmar el fusilamiento de Julián Grimau en 1963, sentándose todavía junto al dictador cuando el joven estudiante de derecho, Enrique Ruano, fue asesinado por la policía, al defenestrarlo desde un séptimo piso, en enero de 1969. No fueron estos dos crímenes hechos aislados, ya que la tortura y la violación sistemática de los más elementales derechos humanos eran el pan nuestro de cada día en aquella España de los años 60 y 70. Sin embargo, Fraga, en su pregón de Zamora, no se refiere en absoluto a estos crímenes, sino que prefiere irse dos mil años atrás. Tampoco se acuerda Fraga de los crímenes de Hitler y el Nazismo, del Holocausto, régimen del que el Franquismo fue aliado entre 1936 y 1945.

Muchas partes del pregón zamorano de 1971 no son nuevas, ya que el ex-ministro utiliza en gran medida el pregón de la Semana Santa de Madrid del año 1963. ¿En qué se diferencian ambos pregones? En el pregón de Zamora Fraga añade las frases antisemitas ya citadas, las acusaciones al crimen cometido, según él, por el pueblo judío, a quien también ataca por «el gesto terrible de cobardía de los que no quieren recordar, ni reconocer, ni saber nada de nada.» Además, siguiendo la estela de Franco, el político lucense ataca a la masonería, al acusar a los masones de «secularizar y descristianizar la Semana Santa.» No le faltaba mucho a Fraga Iribarne para repetir al dedillo el famoso estribillo de Franco «un complot judeo-masónico orquestado por el comunismo internacional», aunque, extrañamente, la palabra «comunismo» no aparece citada ni una sola vez en esta soflama.

En otra parte del discurso tiene la osadía de hablar de «ecumenismo», al mismo tiempo que ataca a otra religión, la judía, ignorando también que, en esos mismos momentos en los que leía el pregón, en Zamora, un pabellón de la cárcel provincial estaba dedicado a los sacerdotes españoles que se oponían a la dictadura.

Este pregón fue guardado durante muchos años en una caja fuerte bajo siete llaves, para que no se pusiera en evidencia el posterior y radical golpe de timón del fundador de AP-PP en todo lo relacionado con Israel y el Judaísmo, ya que Fraga fue, en los albores de la Transición, uno de los fundadores de la Asociación de Amistad España-Israel, utilizando su pertenencia a esta organización para blanquear su complicidad con el Franquismo y sus crímenes. En esta primera transición el ex-ministro de Franco se convirtió en el primer ministro del interior (gobernación) de la monarquía heredera del Franquismo, siendo el principal responsable de los sucesos de Vitoria (cinco muertos) y Montejurra (2 muertos), hechos acaecidos en los primeros meses de 1976.

Posteriormente, este viraje de Fraga fue adoptado con entusiasmo por José María Aznar, cuando en los años 90 convirtió al PP en el principal defensor en España de las acciones de los derechistas gobiernos israelíes de Shamir, Netaniahu y Sharón, cuyas políticas radicales dieron lugar a los estallidos de las dos intifadas habidas hasta la fecha.

¿Releería alguna vez Fraga su pregón de Zamora, sus acusaciones y ataques al pueblo judío, también a Israel, durante sus últimos decenios de vida?